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No use crying over some techno
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miércoles, 7 de abril de 2010

Beirut

Tostados por el sol, rebozados en la arena, aderezados con la sal marina, con los ojos pequeñitos aún bajo nuestras gafas de sol. Mirarnos a cinco centímetros el uno del otro y sonreír tumbados en la arena de la playa. Aunque ahora huela a lluvia.
Aunque esta taza de café caliente no consiga quitarme el frío de las manos tampoco amarga su ausencia, mucho menos su recuerdo. Y la vista se pierde en la lejanía, que para el caso es una finca a 30 metros de distancia, como una caja de zapatos fea y muy alta, gris con cuadritos amarillos, o digamos 5 luces encendidas salpicando la fachada. Pero ni es la finca ni la lejanía ni el través de la ventana, es melancolía absurda, autocomplacencia injusta, narcótico emocional e incluso tópico por defecto patrocinado por una asociación ilícita de soledad, café y lluvia. Ahora son 6 las luces encendidas.
Y no es casual que ahora me disponga a moler café para una segunda cafetera, me preocupe de introducir agua en la misma -caliente, para que hierva antes- y prepare un sandwich -sin corteza- de mermelada de fresa y queso; no, es el tipo de detalles que inician una historia, porque nadie se prepara café por segunda vez en una entrada de twitter.
Nunca se me dio bien nombrar personas, cambiarte el nombre para que el chico de un año más que tú, guapo, valiente y con poderes mágicos sobre el que escribes no se note que eres tú, o la distorsionada visión que tienes de ti mismo o de cualquiera de los chicos a los que admiras que viven donde las 6 luces encendidas y con los que juegas en el parque.
Siempre me ha costado disimular, por eso admiro los libros en los que al primer golpe de vista haces tuyos los nombres de los personajes que van a pasar contigo ratos de agradable lectura y que incluso puede que se te lleven una parte de ti. Por eso no perderé el tiempo buscando una palabra exacta que la represente, pero tampoco forzaré una omisión cada vez que la mente o recurriré al manido recurso de llamarla Ella, no. Simplemente la llamaré Mariola, que por supuesto y por si quedaba alguna duda, no era su verdadero nombre.

2 comentarios:

  1. Puedo oír el ruido de la cafetera.


    El próximo día te invito a un café que no siempre necesita ser asociado con lluvia y soledad. :*

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  2. Mariola está bien. Sin misterio no hay poesia.
    Y no me refiero a la de juntar versos...

    beso =)

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