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No use crying over some techno
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lunes, 9 de julio de 2012


Quiere ser anestesista desde el día en que el médico le dijo que habrían de quitarle ese diente que le había crecido en mitad del paladar. Creyeron conveniente llevarle al dentista a raíz de sus constantes quejas sobre el punzante dolor que sentía en la lengua cuando cerraba la boca, era fácil entrever la sangre bañando la parte interna de sus labios. 
A menudo escupía en la pila del baño sangre y saliva y seguía con sus cosas. Fue también la temporada de los ronquidos, pues no podía evitar abrir la boca mientras dormía para no sentir el dolor. Esto se traducía en unos ronquidos débiles y desagradables, más parecidos a un jadeo, que pasaron a formar parte de la rutina nocturna de la casa. 
El día que el dentista acabó con el problema, él sólo tenía ojos para la aguja acoplada al vial de vidrio de la anestesia. Notar como un desagradable hormigueo le privaba de sensibilidad en la parte alta de la boca, incisivos y zona inferior de la nariz debió ser definitivo, y al verse en el reflejo del instrumental, con un gesto de horror congelado en su cara insensible, tomó una decisión. Él sería el encargado de privar a las terminaciones nerviosas de la gente de la posibilidad de gritar de dolor al cerebro, no por bondad, sino por la satisfacción de poder engañar a los cuerpos de todas esas personas. Por toda la sangre y saliva vertidas sobre la pila.

martes, 3 de julio de 2012


Nuestra participación en la tarea consistía en desplumar gaviotas a orillas del mar, entre las rocas, donde normalmente anidaban, únicamente aquellos días en que el viento soplaba directo desde el mar y éste rugía frío y corrosivo. Sólo bajo esas condiciones era posible acercarse lo suficiente a los animales sin ser descubiertos, sólo así conseguíamos, a lo sumo, cazar una o dos.
Existía además, aquella hiriente facilidad para desnudar recuerdos cada vez que nos dedicábamos a matar a los pájaros. Con el fuerte viento se volaban rápido y lejos, fuera del alcance de cualquiera, aunque dejarlos salir nos aseguraba una leve resaca cuando, una vez en casa, la luz mortecina, seca y caduca de la instalacion eléctrica mantuviera hermética, aquella sensación de vegetación muerta suspendida en el aire.
Por otra parte, este tipo de cosas nos hacía sentir invencibles, el poder deshacerse del veneno con un gesto cruel pero sencillo. Resultaba más fácil enterrar el remordimiento, que deshacerse de la incómoda sensación de sentir restos de saliva de un beso pastoso en la frente.
Además esas noches solíamos acostarnos pronto, sin leer, sin hablarnos ni escuchar la música de sintetizadores que nos gustaba. Cambiábamos lo de cerrar los ojos y concentrarnos en deshilachar mentalmente los bucles y percusiones rítmicas de que se servía cada canción, por unos tapones de espuma para los oídos y unas ventanas cegadas,  y así propiciar un sueño terapéutico supongo, de pesado silencio y opresora oscuridad autoimpuestos.
Las almohadas rellenas con las plumas eran nuestra garantía de descanso.

domingo, 10 de junio de 2012

Cill Airne



Ese misterioso punto de encuentro entre restos de laca de uñas negra reseca y barcos abandonados a la deriva en alta mar es un vano intento de explicar qué se me pasa por la cabeza. Pero sea escribir sobre ello y recordar el olor de un lugar lejano, el callejón de atrás de todos los restaurantes de una callecita céntrica de un pueblo turístico donde gatos saltando fuera de grandes cubos de basura. Cielos claros y limpios, gaviotas chillonas sobrevolando nuestras cabezas, tu arito en la nariz y mi sonrisa, patatas y cocacola (to take away), y quizá tú lucir un bonito gorro de lana color gris ceniza, aún siendo verano, que allí hace fresco, aunque no tanto como para que un filtro de colores fríos empañe la luz veraniega del norte y nos sintamos parte de un videoclip de Lyona. Aquí nadie grita. Aquí quien menos dispara, quizá sólo una foto,  pero no me parece menos peligroso disecar ciertos recuerdos. Los guardo en una caja, a todo esto, junto con aquella libreta rayada a cuatro manos, la que hoy transcribo. La que ya en su día nos imaginaba viéndonos retrospectivamente desde un lejano y semi-vacío futuro de incipientes arrugas en la frente, de carreras acabadas y de salir al mundo real sin resuello, habiendo perdido el aliento en su transcurso. Acabo de caer, no eran gaviotas, eran cuervos. Las gaviotas fueron en otro lugar, también lejano, con otro alguien con otro olor y otra historia, que quizá cuente más adelante el día que descubra, que como tú hoy, has borrado el fotolog donde tú, yo y el resto de las cosas éramos y ya, aquel verano en Irlanda.

domingo, 20 de mayo de 2012


Es domingo, y se busca consuelo en un tweet de autocomplacencia.
Los pliegues de las sábanas lo mismo describen el miedo de anoche, una figura agazapada, temerosa, recortada sobre el espacio que se desdibuja entre dos cafés. Quizá sólo retratan el sabor salado a sudor de la noche cálida, pastosa, que fue, y del contacto frío del suelo sobre los pies desnudos.

Es domingo y somos sensibles porque ninguno pudimos conciliar el sueño anoche.

domingo, 22 de abril de 2012


En el silencio ahogado de una mano que tapa la boca, los nudillos palidecen.
Podría seguir fácilmente el rastro de habitaciones desnudas pintadas con cal viva, deshaciendo el camino de no se sabe muy bien quién qué. Al final acabaría por convertirse en una cinta de Möbius, y un leve espasmo de la comisura de los labios, sutil, como un temblor convencional. Fruto de este no-frío.

Volver.
Abrir los ojos, alzar la vista, repasar el contorno de la boca con la lengua y tragar saliva. Asimilar toda esta cocaína.


[Sorprenderse de tu presencia en estancias vacías en donde tuvieron lugar 
Explosiones Solares en tanto que bombas H.] 




domingo, 15 de abril de 2012


Lo nostre fou com un got d'ikea.

Cabia més del que teníem pensat beure



viernes, 23 de marzo de 2012

Discovery channel

Hace eones de un nosotros bailando 'The bad touch' en deluxe como si no hubiera mañana. Que de hecho no lo hubo, acabó todo en una espiral de color degradado en cuyo centro, el vacío o sólo blanco, nos fuimos a inmolar todos juntos. Desde ese punto de aniquilación colectiva surgieron otros sistemas de cuyas trayectorias conocemos hoy únicamente que son lejanas y regidas por las normas propias de las galaxias oscuras, polvorientas, alérgicas.

Habitan esas galaxias versiones evolucionadas de nosotros/vosotros mismos y algún día en que duela la noche, ciegos todos nos encontraremos y nos reconoceremos por el tacto. Sonará una melodía elección personal de cada uno en nuestras cabezas, yo elijo música sintética, cegadora, eléctrica; para un encuentro que preserve en formol los recuerdos compartidos, como pequeñas criaturas neonatas expuestas en tarros gigantes de museo de los horrores.

Echaré mano al bolsillo a por un cigarrillo -Pero si tú no fumas-, y alargaré la calada hasta el infinito, sorberé de un vaso de tequila con lima, ofreceré de mi brebaje a las galaxias lejanas. Tequila para todos, como en los viejos tiempos.

jueves, 8 de marzo de 2012

Giro 90º sobre mis talones y teclea S. Que estoy ciego, y yo no sé qué no veo, porque no entiendo. Y duele no entender, (y no es ésa metáfora absurda) Pero que, digo, no entiendo y duele no entender, si bien más duele doler. Y doler no quiero. Que duela la noche.
Y ahora el nosésimeexplico, nosésiteentiendo de rigor. Pero sea, anyway.


viernes, 3 de febrero de 2012








- Se te ha quedado frío el café.
- Tíralo entonces.
- Pero si te queda más de la mitad, con lo que te gusta. No digas tonterías, lo metemos en el microondas.
- No, no lo voy a querer.
- Pero hombre, si es una lástima.
- Cállate ya.







domingo, 29 de enero de 2012





A finales de la década de los setenta Barcelona era un espejismo de avenidas y callejones donde uno podía viajar treinta o cuarenta años hacia el pasado con sólo cruzar el umbral de una portería o un café. El tiempo y la memoria, historia y ficción, se fundían en aquella ciudad hechicera como acuarelas en la lluvia. Fue allí, al eco de calles que ya no existen, donde catedrales y edificios fugados de fábulas tramaron el decorado de esta historia.

Marina - Carlos Ruiz Zafón

Pasarán los años, podré haber leído espesos y sesudos tratados, vetustos e ininteligibles mamotretos o sencillamente absurdos formatos de neoliteratura y tú, maldito hijo de puta, seguirás siendo aquel quien escribió Marina. Me debes un par de noches en blanco.